De todos es conocido el gran problema existente en la actualidad con el incremento y abuso de la costumbre de ingerir comida rápida preparada y servida para su consumo por parte de los adolescentes. Su alto contenido en azúcares, grasas saturadas, sodio, así como el déficit en sustancias saludables como vitaminas, minerales, grasas insaturadas y fibra le han hecho acreedora y merecedora de la conocida acepción de“comida basura”.
Está comprobado el efecto nocivo que provoca en adolescentes provocando abundantes problemas metabólicos que se traducen por un alto índice de obesidad y niveles de colesterol y glucosa muy elevados en edades tempranas.
Por si esto fuera poco, estudios recientes están relacionando de forma directa estos hábitos alimenticios con la aparición de problemas de tipo inmunológico. La incidencia de aparición de asma, eccemas y diferentes problemas alérgicos, parece incrementarse en un 39% en aquellos adolescentes que se alimentan tres veces a la semana a base de este tipo de comida.
Según estudios realizados con datos de 500.000 niños procedentes de más de 50 países el empobrecimiento de la calidad de la dieta parece ser un factor determinante en el incremento de este tipo de patologías. Esto parece estar fundamentado principalmente en el alto contenido de grasas saturadas presente en este tipo de alimentación, materia prima barata pero altamente peligrosa para la salud y en concreto para el sistema inmunológico de las personas, incidiendo especialmente en niños y adolescentes que se hallan en pleno desarrollo del mismo. Está demostrado que la lactancia materna disminuye las posibilidades de que el bebé desarrolle asma en la infancia, además de protegerlo contra el desarrollo de ciertas alergias. Un periodo escaso de lactancia materna está vinculado a un mayor riesgo de asma puesto que han comprobado que los niños alimentados exclusivamente con leche materna durante los primeros tres meses tenían menor riesgo de desarrollarla. La comida rápida parece anular el rol protector de esta lactancia dejando a los adolescentes en la misma situación que si hubiesen carecido de ella. |
El beneficio de la lactancia se manifiesta, únicamente, en los niños que no ingieren comida rápida o que sólo lo hacen de vez en cuando. Un consumo de más de dos veces a la semana de este tipo de comida anula el efecto protector.
Todo este daño producido por una mala alimentación puede ser revertido con un cambio hacia costumbres dietéticas más saludables. De hecho, la incorporación de suficiente fruta en la dieta proporciona un aporte de substancias antioxidantes que produce un descenso aproximado del 14% en el riesgo de padecer asma u otros procesos alérgicos.
Este aumento en el consumo de substancias saludables no tiene por que implicar el abandono absoluto del “placer“ de una comida rápida de vez en cuando. Pero hemos de guardar ciertas precauciones que aminoren su impacto sobre la salud.
- El tamaño sí importa, con los menús “Big, Maxi, Doble y similares” se duplicarán las cantidades de azúcar, grasas y calorías.
- Intentar minimizar los fritos como las patatas o los rebozados, añaden muchas calorías innecesarias.
- Saber elegir los extras o alimentos adicionales que acompañan al menú principal. No es lo mismo decantarnos por una ensalada o un postre bajo en grasa, que seleccionar otros que contengan quesos, bacón o salsas.
- Refrescos sí, pero sin abusar. A su correspondiente aporte calórico también se le unen los gases que contienen y las digestiones más pesadas que conllevan su ingesta.
Resumiendo, todos nos podemos dar un capricho de vez en cuando, pero que sea solo eso, un capricho y no se transforme en hábito. Nuestra salud y bolsillo nos lo agradecerán.